A dos voces: Maribel Gámez y Alvaro Sánchez escriben sobre Felipe Alarcón (I)
Narrativa e identidad en Felipe Alarcón (I)
Todo comienza siempre con una pregunta, aunque se geste en el inconsciente. Cualquier proyecto que tenga aspiraciones de ser interesante surge del interrogante resultante del choque de las ideas con la realidad. Muchas veces todo se queda ahí, en una simple pregunta que, sino se la presta suficiente atención, tenderá a desaparecer poco a poco dejando espacio a otras que probablemente también se olvidaran y serán reemplazadas. Sin embargo no todas las preguntas son iguales.
Algunas exigen ser contestadas. Se diferencian de la demás porque se muestran incansablemente tenaces, repiqueteando en la consciencia, hasta que consiguen que toda la atención se centre en ellas inevitablemente. Su respuesta, si por fin se encuentra y su naturaleza es verdadera, tiene la increíble capacidad de crear un sustrato fértil, la tierra donde asentar una semilla, la posibilidad de que crezca algo con sentido propio.
En el caso de la obra de Felipe Alarcón esa semilla toma la forma de arte, arte donde está contenida su historia personal, desde el susurro tembloroso de la primera pregunta íntima sobre sus orígenes, hasta la capacidad para proyectar todas las respuestas que ha encontrado con una gran fuerza expresiva demoledora en sus cuadros. Felipe Alarcón ha buscado y ha encontrado en su Cuba natal. El pasado le llamaba como un corazón delator que necesitaba ser liberado.
Para llegar a afirmar en sus obras su propia historia con tanta fuerza ha vivido un proceso en el que, tanto su técnica como sus ideas, han ido asentándose y fortaleciéndose hasta hacer que encajen como las piezas de un puzle y formar así un todo con sentido propio maduro. Su pasado como artista, hasta llegar a esta serie, se ha ido transformando de pequeñas ideas o elementos aislados a crear un todo, la unificación de lo que antes estaba desgranado, flotando en el mismo espacio sin apenas tocarse relacional-mente. Ha sido un viaje de doble sentido: evolutivo de crecimiento artístico imparable y, de manera soterrada, retrocediendo a sus orígenes, para reclamar el lugar que a éstos les corresponde.
La sublimación, que es lo que él ha conseguido, es una de las mayores hazañas que se pueden llevar a cabo con lo que se encuentra reprimido, oculto. Lo que ha conseguido Felipe es tomarlo de la mano y guiarlo de la oscuridad a la luz de la proyección artística. ¿Cuál ha sido el impulso? Descubrir que había vivido, en sus años de infancia y adolescencia, con parte de la mezcla racial presente en sus genes, deliberadamente ignorada. La realidad estaba ahí pero no era como le habían contado. La narrativa real de sus orígenes, de su cultura, se escondía en un adulterado discurso predominante que enmascaraba y dificultaba hacerse las preguntas correctas. Su mundo estaba dividido entre el duro ambiente de las calles en las que creció y las posibilidades que, aparentemente, le ofrecía la escuela de arte a la que le debe buena parte de su aprendizaje como artista. De la coexistencia diferencial de esos dos ambientes, nació entre otros estímulos, su investigación personal, de ahí las preguntas germen de su obra. ¿Quienes son aquellos que conforman el crisol del mestizaje cubano y al que se les ha negado el lugar que merecen? El resultado de esa búsqueda de sí mismo es la emergencia de la afrocubanidad como elemento clave del ajiaco cubano y tema central de su serie pictórica y escultórica ‘Mestizos somos todos’.
El artista crea una obra llena de movimiento, una película inmersiva que proyecta dos siglos de denostada cultura afrocubana.
Maribel Gámez
Psicóloga y psicopedagoga
Imágenes cortesía de Felipe Alarcón
‘Mestizos’, manifiesto sobre la afrocubanidad del pintor Felipe Alarcón (I)
Felipe Alarcón ha vuelto a superarse a sí mismo. El pintor hispanocubano radicado en Madrid presenta en la galería Poparte su nueva serie ‘Mestizos somos todos’, en lo que representa un nuevo alarde estético y una nueva incursión en el ámbito político. Dará que hablar, sin duda; pero vayamos por partes.
Felipe ha reconfigurado su particular e inimitable código de señales pictórico, a la vez que profundizado en el mismo, para vehicular un necesario ajuste de cuentas con la concepción políticamente correcta de la cubanidad. Pero, ¿qué se puede decir del notable alumno de San Alejandro sobre correcciones políticas y estéticas, desde su brillante y original irrupción en el picassiano mundo del ‘Guernica’? Mirar y analizar presente y pasado, fusionar culturas y sensibilidades dérmicas y epidérmicas, plasmar expresividad y narrativa y explorar la formalización y la identidad, son las cuestiones esenciales que vienen vertebrando la propuesta del pintor y suscitando las correspondientes respuestas, así, en plural, de los espectadores y de los críticos. Bien es verdad que Felipe afirma que no busca suscitar respuestas; pero es un hecho innegable que las recibe, como no podía ser menos con sus planteamientos. Y cada vez más acusadas tras realizar la analítica de las realidades picassiana y cervantina en estos últimos tiempos y desarrollarlas con tanto talento como destreza en recientes exposiciones y libros de artista.
Así que lo primero que llama la atención tras la detenida contemplación de las 32 obras realizadas en técnicas mixtas que se exhibirán a partir del día 21 en la muestra ‘‘Mestizo’. De Aponte a Belkis Ayón’ es la formulación del novedoso código de señales del artista. No es que Felipe haya abandonado el que con acierto le ha caracterizado desde su emergencia artística, sino que profundizando en el mismo ha provocado un salto cualitativo de enorme significación plástica. Pero antes de explicarlo, conviene hacer alguna precisión terminológica de importancia.
El artista plástico es un narrador que materializa sus creaciones sin utilizar un lenguaje, por más que la mayoría de teóricos del arte y otros tantos artistas empleen habitualmente la expresión “lenguaje artístico” o, más concretamente, “lenguaje pictórico”. Pero, técnicamente hablando, el artista no utiliza un lenguaje, sino un código de señales.
La diferencia esencial entre lenguaje y código de señales estriba en que el lenguaje tiene unos requerimientos de amplitud léxica, precisión significante y articulación lógico-gramatical incomparablemente superiores a los del código de señales, requerimientos que las artes plásticas y visuales (exceptuando el cine hablado), por su propia naturaleza, no pueden ni deben cumplir. Además, el lenguaje establece un perímetro de la visión artística del mundo mucho más definido y preciso que el código de señales. Entonces, como lo que hay en el ámbito artístico es código de señales y no lenguaje, quedan demarcados unos límites indefinidos y borrosos, en los que precisamente radica la indeterminación y la propia inaprensibilidad del arte; en definitiva, y dicho de manera categórica, su grandeza.
Sintetizando, las novedades que se incorporan al código de señales de Felipe serían, en primer lugar, la regeneración de espacios que conectan los elementos que configuran cada obra; en segundo lugar, el establecimiento de jerarquías ontológicas de trascendencia social entre iconos y símbolos africanos, afrocubanos y cubanos; en tercer lugar, la profundización en la aventura del color, siguiendo la línea iniciada en la serie ‘Guernica’ y, final y significativamente esencial, la autorreferencia contenida en las piezas de puzzles que se repiten en la serie, alusión a la pretensión declarada de coherencia en el seno de la misma y en cada una de las obras que la constituyen.
Alvaro Sánchez
Editor de arterritory.net
Leer ‘Mestizos’, manifiesto sobre la afrocubanidad del pintor Felipe Alarcón (II)
arte contemporáneo
arte contemporáneo
arterritory.net
arterritory.net