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Convergencias Divergentes

 

Mundos y rupturas: Ignacio Bautista, Alejandro Bombín, Starsky Brines, Sebastián Camacho, Juan Carlos Martínez y Diego Vallejo

 

Seis artistas, pero mucho más de seis mundos y de seis maneras de romper. Vayamos por partes.

 

La obra del madrileño Ignacio Bautista supone una ingente tarea de deconstrucciones y reconstrucciones sucesivas, de movimientos estratégicos entre lo puramente conceptual y lo descarnadamente objetual, aceptando deliberadamente una inmersión profunda en el conflicto entre las ideologías y sus materializaciones que, a mi entender, contiene, y así lo muestra, elevadas dosis de abstracción, entendida ésta no como ismo artístico, sino como efecto de abstraer, esto es, de separar por medio de una operación intelectual las cualidades de un objeto para considerarlas aisladamente o para considerar el mismo objeto en su pura esencia o noción.

 

Acorde con este planteamiento intelectual resulta su plasmación plástica en muy heterogéneas materias, soportes e incluso envolturas, así como su desarrollo demarcando estrechamente los límites de la obra en unas ocasiones y en otras, en cambio, negando la propia existencia de esos límites. Límites que, como nos recuerda en última instancia la materia prima y fuente primaria que utiliza Bautista con profusión, lo impreso, sirven para acotar tanto espacial como temporalmente las diferentes visiones de la realidad.

 

Lo digital es en el caso del también madrileño Alejandro Bombín tanto forma como contenido y tanto técnica como obra, conformando un todo que contiene, ya sea implícita, ya sea sea explícitamente, las diferentes fases de elaboración de la obra, que pasan a formar parte de la misma; en definitiva, que la conforman en y como resultado final. Es la comprensión de este proceso en toda su complejidad lo que nos permite mantener la cordura al entrar en el universo paralelo de Alejandro Bombín, habitado, como el nuestro, por personas y animales que se relacionan entre sí y hacen cosas, pero que no son como los de nuestra cotidianeidad. Ni los seres, ni las relaciones ni los actos, aunque las semejanzas resulten tan evidentes como las diferencias.

 

El proceso es: digitalización de la información proporcionada por el mundo cotidiano. Alteración  o corrupción del fichero que contiene la información, y al respecto resulta irrelevante que se trate de una manipulación deliberada o casual. Reconstrucción a partir de la información del mundo: error. ¿Error? No. O sí. Con la información digitalizada se podría construir un tercer mundo, y un cuarto… Los universos paralelos son perfectamente posibles para el arte digital.

 

Entre el Guernica y los dibujos animados, entre la expresión de la violencia y la violencia de las expresiones cotidianas, se mueve el mundo del venezolano Starsky Brines, que acumula secuencias de agresión, racismo, pintadas y armas. La violencia desborda las calles de las ciudades, las relaciones personales y las pantallas de televisión.

 

En los lienzos de Brines, de equilibrada composición trazos y coloridos presentan sus aristas más punzantes y sus contrastes más hirientes para hacerse eco de un mundo en el que la supervivencia física y mental resulta sumamente dificultosa.

No de universos, sino de ausencias, y específicamente de ausencias de la materia, se ocupa, con maestría, el colombiano Sebastián Camacho. De la misma manera que los silencios pueden desempeñar un papel esencial en una composición musical, en una obra de arte el hueco que por ausencia de materia queda en la materia puede ser tan visualmente evidente como clamoroso es el silencio. Y no sólo eso, sino que además puede ser conformado, planteándosenos entonces la duda de si lo que el artista está conformando es la materia o su ausencia.

 

Por eso los calados que realiza Camacho en el mazo de páginas en blanco de una libreta o cuaderno nos sumen en una interesante perplejidad: sabemos lo que ha hecho y como lo ha hecho; lo que no sabemos es qué es. Y ahí radica su originalidad.

 

El pacense Juan Carlos Martínez, en su serie de fotografías University Neighbours plantea el juego de la identidad y la diferencia entre lo público que se oculta y lo privado que se exhibe; o, por expresarlo de manera más sustantiva, entre el mirón exhibicionista y el exhibicionista mirón, en un trabajado deslinde de identidades que también podría ser un desdoblamiento identitario.

 

Junto con estos indefinidos límites convive otro juego, el de los acusados contrastes, que se extiende a formas y contenidos, a luces y oscuridades, a aperturas y cierres.

 

Conviene dejar constancia del proceso de realización de estas obras: como narra el propio  Martínez, “paseaba por el campus y se acercaba a ventanas de desconocidos a los que pedía permiso para fotografiar en sus habitaciones desde la ventana. Pero que no desembocan, sin embargo, en capturas furtivas sino en elaborados retratos.”

 

Finalmente, el salmantino Diego Vallejo tiene el poco frecuente valor de “recorrer los caminos sobre los pasos que ya han sido dados”, que además en su caso está debidamente acompañado del talento necesario para hacerlo, y hacerlo bien, en lo que sin duda ayuda no poco una maestría técnica que tiene reflejo prácticamente en cada pincelada y que le permite dar vida a sus atmósferas.

 

                                                                                                                       Alvaro Sánchez

                                                                                                                            27-8-2014

 

 

Galería Fernando Pradilla. Claudio Coello, 20. Madrid. Hasta el 30-8-2014.

Alejandro Bombín. Simiforme 2. 2014.

Juan Carlos Martínez. University Neighbours. Nº 9. 2009.

Starsky Brines. Distrito Barón. 2011.

Sebastián Camacho. Migrantes 4. 2013.

 

Imágenes cortesía de los artistas y de Fernando Pradilla.

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