



ÚNICOS
Didier Lourenço
Humanismo y vanguardias
Contemplar una exposición del último Didier Lourenço es recibir una lección acelerada sobre las vanguardias. Pero, ciertamente, no es sólo eso.
Aun así, podemos dejarnos caer en la tentación del piel roja y, a modo de un indio de las praderas norteamericanas rastreando una presa muy fuera del alcance de la vista e incluso alejada en el tiempo, seguir cuidadosamente las pistas, los rastros, dejados en este caso por algunos de los más axiales y determinantes ismos que en el arte del s. XX han sido. Efectivamente, en las obras de Lourenço abundan las huellas en este sentido.
Porque resulta casi inevitable pensar en las odaliscas de Matisse cuando contemplamos sus figuras femeninas yacentes en estado de reposada languidez, normalmente acompañada de uno o más de un animal doméstico, casi siempre felino, que proporciona un contrapunto entre inquietante y humorístico a la escena.
De la misma manera, sus cabezas femeninas nos pueden hacer pensar en una impronta cubista con toque art decó y ojos del Paul Klee de los años veinte. Toque art decó que también se deja ver en sus muchachas sobre bicicletas con el cabello ondeando al viento por la velocidad cual estela futurista.
Y aun a sabiendas de pecar de subjetividad, voy a tomarme la licencia de confesar que, a la vista de los viandantes que Lourenço pone a caminar con cierto apresuramiento por lo que sugiere que son amplias avenidas, lo que resuena en mi mente es la iconografía generada por la genial película de Jacques Tati Mon oncle que, aunque realizada en 1958, anuncia ya una visión del mundo sesentera.
Ciertamente, en la la obra de Didier Lourenço encontramos todo eso. Y encontramos además sedimento de la gráfica, muy específicamente del cartelismo. Pero, también ciertamente, es mucho más que eso.
Porque ha sido capaz de generar un universo en el que un código de señales muy bien estructurado iconográficamente transmite con sorprendente eficacia una profunda analítica de estados de lo humano, captados en lo que aparenta ser fugacidad temporal, pero bajo la que transcurre un continuum que, como los dos extremos de un metrónomo, oscila entre el movimiento y la inmovilidad, entre la energía y la languidez, entre el ser y el estar. Y ello desplazándose con total soltura entre lo que, en términos cinematográficos, denominaríamos primeros planos, planos medios y planos generales, como manera de poner de manifiesto un universo resultado de una síntesis de los opuestos, un universo tan profundamente humano como diferenciadoramente coherente.
Didier Lourenço es un humanista, entendido en el sentido fuerte del término: un analista de lo humano; y quizá sea en sus galerías de personajes, en el despliegue sin orden aparente de torsos, salpicado de alguna que otra cara y salpicado también de algún cuerpo entero que otro, donde se aprecie su humanismo con más nitidez.
Alvaro Sánchez
27-8-2014
Galería BAT Alberto Cornejo. María de Guzmán, 61. Madrid. Hasta el 6-9-2014.
Didier Lourenço. La visita.
Didier Lourenço. Walking 2.
Didier Lourenço. Rostre 3.
Didier Lourenço. Dark.
arte contemporáneo
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