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Sobre Cabeza de mujer joven

 

Arte Contemporáneo vs. Historia del Arte

 

 

                                                                                                Alvaro Sánchez

 

No cabe la menor duda de que el asunto estrella del arte en España durante el pasado mes de agosto ha sido la peripecia sufrida por una obra de Picasso realizada durante un periodo muy temprano de su carrera artística, 'Cabeza de mujer joven', propiedad de la empresa Euro Shitting Charter Company, con sede fiscal en Panamá, que a su vez es propiedad del banquero Jaime Botín.

 

Aunque me sorprendería que a estas alturas quedara algún lector despistado que no tuviera idea del asunto, por si acaso, resumiré brevemente la historia del periplo veraniego del cuadro. Si el lector informado lo considera oportuno, puede saltarse tranquilamente los dos próximos párrafos de este artículo.

 

La primera noticia aparece en la prensa con la interceptación el pasado 31 de julio de una obra de arte por la Aduana francesa en la isla de Córcega. El cuadro había arribado a la isla en el yate ‘Adix’, propiedad de la empresa panameña anteriormente citada. La Aduana francesa explicó que el cuadro se encontraba embalado y dispuesto para ser reexpedido a Suiza. Al plantear al capitán del yate la cuestión de la propiedad de la obra, éste, aunque no fue capaz de acreditarla, mostró dos documentos, uno de evaluación de la obra realizado por el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, que lo identificaba como la obra realizada por Picasso en Gósol (Lleida) en 1906 titulada 'Cabeza de mujer joven' y declaraba su excepcional importancia para el Patrimonio Histórico de una obra única y otro de la Audiencia Nacional prohibiendo la exportación de la obra y avalando en tal sentido una disposición del Ministerio de Cultura de 2013 que declaraba su inexportabilidad. Aunque en las noticias de los diferentes medios ninguna fuente lo afirmaba, es evidente que la Aduana francesa había recibido una alerta de lo que transportaba el ‘Adix’ y que los documentos que mostró el capitán del yate eran, curiosamente, los menos indicados para que pudiera continuar su camino a Suiza.

 

Efectivamente, en 2012, la casa de subastas Christie’s Ibérica había presentado una solicitud de exportación a Londres al Ministerio de Cultura para la obra 'Cabeza de mujer joven', adquirida en 1977 por Jaime Botín. Al tratarse de una obra con más de un siglo de antigüedad, resultaba preceptivo el informe pericial realizado por un centro competente, en este caso el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, que dictaminó que la obra era única y representativa de un periodo del pintor malagueño del que no había otras muestras en España y, lo que resulta esencial para la comprensión del todo el asunto en sus aspectos comerciales y legales, lo valoraba en 26,2 millones de euros. Sí, 26.000.000,00 de euros. Por todo ello, el Ministerio de Cultura determinó en 2013 la inexportabilidad de la obra, determinación recurrida por la representación jurídica del propietario, que alegó que el cuadro fue "pintado en el extranjero, se compró en el extranjero y allí ha tenido siempre su domicilio permanente. Por tanto, el cuadro no ha podido ser exportado ni licita ni ilícitamente". También en ese recurso se explicaba que la obra se encontraba permanentemente a bordo de un barco de nacionalidad británica, "que es territorio extranjero a todos los efectos incluso cuando toca puertos españoles". Finalmente, en mayo pasado la Audiiencia Nacional resolvió a favor del Ministerio de Cultura y la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, sospechando que había riesgo de que abandonara el territorio español, mantuvo vigilado el yate y constató que abandonaba el Real Club Náutico de Valencia. Tras su reaparición en Córcega, el cuadro fue interceptado y reexpatriado a España custodiado por la Guardia Civil. Actualmente se encuentra en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía y muy probablemente sea requisado como objeto de contrabando, restando en propiedad del Patrimonio Histórico español.

 

Hasta aquí la crónica de sucesos, que retomaremos al final de estas líneas con el permiso de los lectores. Toca ahora hablar de los aspectos estéticos de esta concreta obra picassiana. Porque si en alguna ocasión ha habido obra sobre la que se hayan producido mayores discordancias entre los expertos, por un lado, y el público en general por otro en la valoración de una pintura, es precisamente sobre esta 'Cabeza de mujer joven'. Los expertos, de manera prácticamente unánime, han seguido la línea marcada por la valoración realizada por el Reina Sofía, que establece que es “esta pintura una de las pocas obras realizadas por su autor dentro del denominado periodo de Gósol, etapa en la que Picasso se ve claramente influenciado por la plástica del arte ibérico". Y también "los hallazgos llevados a cabo en ese momento influirán decisivamente, no sólo en el cubismo, sino también en la evolución posterior de la pintura del siglo XX".

 

Pero el ciudadano medio no ha participado de semejante valoración y ha llegado, en su poca consideración de este concreto trabajo de Picasso, a compararlo con la alucinante restauración del ‘Ecce homo’ de Borja realizada por una aficionada de bajísimo perfil. Así, se ha oído comentar con frecuencia que “Si eso es arte contemporáneo, yo no lo quiero en mi casa.”

 

Yo creo que de esta formulación lo que falla no es el consecuente, sino el antecedente. Porque, efectivamente, 'Cabeza de mujer joven' no es arte contemporáneo y tampoco es un aceptable arte tradicional.

 

'Cabeza de mujer joven' no anticipa el cubismo sino que, al contrario, muestra una de las vías muertas por las que Picasso transitó, en este caso brevemente, durante parte de la primavera y el verano de 1906, en su intento de abandonar los problemas de la representación de la forma y sustituirlos por los problemas de la forma de la representación. Tema central que es justamente el que califica a las vanguardias de primeros de siglo: Hilma af Klint, Picasso, Kandinski, Malevich, los holandeses de De Sijl, los constructivistas… Todos ellos, por supuesto comenzando por Picasso, tuvieron que transitar por un arduo e inexplorado camino para constituir la modernidad mediante el expediente de asesinar la forma vinculada a la tradición, y en ese tránsito todos ellos experimentaron dudas y vacilaciones, avances y retrocesos. Todos ellos han dejado muestras de sus intentos en forma de obras fallidas. Como es el caso de 'Cabeza de mujer joven'.

 

Ante la entusiasta valoración de esta obra del joven Picasso que se ha realizado por parte de la Administración y los medios hay que decir que se está confundiendo el arte con la historia del arte. Y que es posible que para esta última la obra tenga cierto valor, pero en absoluto lo tiene para el arte contemporáneo. La aportación que realiza 'Cabeza de mujer joven' a la contemporaneidad es negativa; es decir, mostró por donde no había que seguir para iniciar la problemática de la forma de la representación. En el caso de Picasso, naturalmente.

 

Incurriendo en anacronismo deliberado podríamos decir que Picasso estaba en ese momento deconstruyendo la figura, en este caso humana, para reconstruirla de manera nueva y diferente en un mundo que también era nuevo y diferente. Para adecuarla a las nuevas circunstancias, por tanto. Los mundos de lo infinitamente grande y de lo infinitamente pequeño, puestos de manifiesto por telescopios y microscopios, y la popularización de sus formas e informas constituyentes gracias a la fotografía; las revoluciones sociales y una sensación compartida creciente del papel del proletariado como sujeto revolucionario; y el descubrimiento del abismo interior que alberga todo ser humano, donde anidan toda clase de deseos y frustraciones, de pulsiones y retenciones, que quedaría plasmado negro sobre blanco en La interpretación de los sueños de Freud muy pocos años después, ponían de manifiesto, junto con otras maravillosas novedades que el mundo descubría casi a diario, la exigencia de una nueva forma de vincular el arte con el resto del mundo. Un mundo que, en la mayoría de los casos, no es como aparenta a simple vista. Un mundo en el que el artista debía renunciar a su tradicional papel pasivo de capacitado pero mero descriptor visual de las formas que ven los ojos de todos y asumir el de intérprete y desvelador de una realidad mucho más compleja y que no todos ven de la misma manera. ¿Cómo plasmar la velocidad? ¿Cómo la generación? ¿Y la lucha de clases? No hay una sola respuesta, tampoco; sino tantas como vanguardias.

 

El joven Picasso ataca la figura humana en 'Cabeza de mujer joven' reduciéndola a líneas y planos, simplificándola en un intento de captar lo esencial. No lo consigue. Porque, pese a su voluntad transformadora, sigue inmerso en los problemas de la representación de la forma y el resultado se aproxima un tanto a la caricatura. Una caricatura no es lo esencial de una persona, sino precisamente lo más aparente de la misma. Por tanto, la línea y el plano no son el camino y sólo un año después, en 1907, recurre a los ángulos y sobre todo a los volúmenes para realizar, esta vez sí, una analítica plástica de la realidad despegada de la representación de la forma y ya plenamente inmersa en la naturaleza de la representación: pinta ‘Las señoritas de Avignon’ y da nacimiento de manera oficial al cubismo. Y a la contemporaneidad.

 

Junto con otros que, al contrario que el joven Picasso, sí insistieron en el plano para realizar la analítica plástica de la realidad: pocos años más tarde, en 1915, Malevich exhibía en público su ‘Cuadrado negro’ y certificaba la irreversibilidad del cataclismo artístico en marcha.

 

Basta contemplar ‘Las señoritas de Avignon’ y comparar los rostros que aparecen en el mismo, sobre todo el situado en la esquina superior izquierda, con 'Cabeza de mujer joven', para comenzar a entender el cataclismo, por un lado, y para casi dudar de que la misma mano haya pintado ambas obras, por otro.

 

Es tradicional en ambientes académicos confundir el arte con la historia del arte, como también ocurre con la filosofía y la historia de la filosofía. Aristóteles y Miguel Ángel hicieron, respectivamente y en su momento, filosofía y arte, pero a ningún filósofo actual sensato se le ocurriría proponer los cuatro elementos, tierra, aire, agua y fuego, como constitutivos de la realidad, ni ningún artista plástico de hoy realizaría una Capilla Sixtina como la Capilla Sixtina. Un filósofo contemporáneo que pretenda realizar una analítica de la realidad desde la filosofía de la ciencia tendrá que habar de quarks, leptones y partículas mediadoras. Si hablase de tierra, aire, agua y fuego lo que estaría es mostrando la historia de la filosofía, no haciendo filosofía.

 

De la misma manera, un artista plástico de hoy que se preocupara por mantener las ideales proporciones de sus figuras y representar el orden y la jerarquía en la escala del ser y, particularmente, del ser social, en un hipotético encargo de iluminar interiormente los techos de la Asamblea de las Naciones Unidas, pongo por caso, resultaría un fiasco artístico monumental. Porque estaría intentando representar un mundo que ya no existe y al que ni es posible ni deseable volver. Y lo estaría haciendo, sobre todo, de la peor manera: prescindiendo de los recursos conceptuales, interpretativos y técnicos que ha aportado, y sigue aportando aunque en menor medida, la contemporaneidad plástica.

 

El arte, o es rigurosamente actual, o no es arte, sino historia del arte. Y esto será así hasta la próxima revolución artística, que generará una nueva contemporaneidad interpretativa, probablemente digital y tecnológica, relegando la anterior a la condición de historia. Pero esa es, precisamente, otra historia.

 

Existe además otro elemento que conviene tener en cuenta para valorar la importancia de la obra 'Cabeza de mujer joven'. Y no me parece baladí. Numerosos críticos de arte han sostenido, y yo lo comparto, que debajo de una gran obra pictórica se encuentra siempre la mano de un buen dibujante. El equilibrio (o el desequilibrio, si de eso se trata), la composición y el ritmo de una obra se resuelven en lo esencial en la fase de dibujo, tanto en el lienzo como en la mente del artista. Dependen, por así decirlo, del carboncillo. Pero en el cuadro que nos ocupa no se ve la buena mano de dibujante que caracteriza la práctica totalidad de la obra del genial malagueño. No es casualidad que se haya comparado 'Cabeza de mujer joven' con la restauración del ‘Ecce homo’ de Borja. Es que ambas obras comparten un carboncillo defectuoso. Inexistente en el último caso y muy probablemente constreñido por las dudas en la obra picassiana. No quiere esto decir nada especial. Tampoco Einstein estuvo fino el día que formuló la constante cosmológica. Picasso, en la primavera y el verano de 1906 no tenía claro hacia donde iba ni como tenía que ir. Y si algo aclaró 'Cabeza de mujer joven' es por donde no tenía que seguir transitando. En definitiva, que todo esto puede interesar a la historia del arte, pero no al arte.

 

Una última reflexión sobre el tema, aunque desde otro ángulo ajeno a lo meramente artístico para volver a la crónica de sucesos: al revés que la inmensa mayoría de las personas cuya opinión he oído o leído, yo estoy convencido de que Jaime Botín no es tonto, sino muy listo. Y que con la pieza que se encontraba en el ‘Adix’ ha ocurrido lo que él quería que ocurriera.

 

 

Imágenes:

 

Pablo Picasso. 'Cabeza de mujer joven'. Cortesía de EFE

Pablo Picasso. 'Cabeza de mujer joven'. Cortesía de La Verdad

Pablo Picasso. ‘Las señoritas de Aviñon’

Pablo Picasso. ‘Las señoritas de Aviñon’ (detalle)

Pablo Picasso. ‘Las señoritas de Aviñon’ (detalle)

Pablo Picasso. ‘Las señoritas de Aviñon’ (detalle)

arte contemporáneo

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