Naturales y Sociales
Vítor Mejuto
Trinta Arte Contemporánea
Virxe da Cerca, 24. Santiago de Compostela, Coruña
Hasta el 20-3-2019
En 1817, el naturalista alemán Carl Friedrich Philipp von Martius (1794-1868) inició una expedición por el Amazonas. Durante tres años documentó más de dos mil palmeras en una travesía homérica llena de penalidades. Ese mismo año Domingo Fontán (1788-1866) empezó a construir la Carta Geométrica de Galicia. Tardó 17 años en triangular Galicia con la sola ayuda de una mula, dos colaboradores y un puñado de instrumentos deliciosamente analógicos. Su empeño no es menos heroico por carecer de exotismo. Aunque él ya lo usaba, aún no se había instaurado el metro como unidad de medida universal y aun así, el resultado de su trabajo asombra hoy en día por su exactitud y vigencia. Es tan tozudamente preciso como el GPS. Fontán era Catedrático de Matemáticas Sublimes en la Universidad de Compostela y ese no es un enunciado cualquiera.
El viaje de Martius es una travesía hacia lo desconocido. Una exploración llena de las mismas seductoras posibilidades que ofrece un libro de aventuras. Es la necesaria búsqueda del límite. Un viaje hacia afuera. El de Fontán no es más que un viaje hacia lo cotidiano. Todo ocurre dentro de los límites. Hacia dentro. A primera vista el periplo de Fontán no es tan atractivo ni tan épico. No solemos explorar lo que nos rodea gracias a cómodos sobreentendidos. No es nada fácil conocernos a nosotros mismos, por eso Galicia no tenía un mapa antes de Fontán, ahora el mapa es nuestro retrato.
Martius y Fontán representan juntos una clásica preocupación contempo-ránea: entender el mundo desde lo local o desde lo universal. Dos conceptos aparentemente contrapuestos cuya necesaria convivencia está planteada, sin ir más lejos, en el Laboratorio de Formas de Galicia.
Martius y Fontán también encarnan dos formas de conocimiento sobre las cuales orbita mi pintura: trabajar hacia dentro o hacerlo hacia fuera.
Cuando miro hacia dentro, la búsqueda de la forma -que a la postre es el motor de mi trabajo- responde a un anhelo abstracto. Una formulación que presta oídos al dibujo automático, a la pesquisa de formas modulares (esas a las que Palazuelo llamaba formas madre) y a una visualización pura, sin contexto ni referentes. Durante el proceso unas formas nacen de otras y hay una ley interna que las domina a todas, un vocabulario cerrado cuya gramática huye de toda representación.
Cuando miro hacia afuera, en mi ánimo está la idea de aprehender las formas que veo en la naturaleza o, sencillamente, formas que veo a mi alrededor, en los objetos, en los libros o en la pintura de otras épocas. Como un paisajista que sale al campo así he seleccionado los motivos. Hay un tema ajeno a mí a cuyo dictado me debo, mi mirada se superpone a una realidad a la que me acerco o de la que me alejo dependiendo de lo intensos que sean mis temores a ser demasiado literal.
Mi interés por Martius y Fontán me llevó inevitablemente a una época, en los albores de la segunda revolución industrial, antes de la tecnología, antes de la producción en serie, un poco antes de William Morris y mucho antes de la Bauhaus. En aquella época, principios del XIX, el dibujo y el color eran herramientas muy útiles para los investigadores. Los botánicos y los natura-listas dibujaban. Lo hacían también los geógrafos y los cartógrafos. La fotografía no era la encargada de documentar el mundo. Era el dibujo.
Además de Martius y Fontán, he estudiado la obra de Ramón de la Sagra (que fue alumno de Fontán en 1817) y que es autor del Atlas Carcelario, una obra que contiene un conjunto de láminas de cárceles europeas y americanas, en la que está muy presente la idea del panóptico de Jeremy Bentham (1748-1832), otro notable estudioso de las ciencias sociales. También me acerqué a la figura de Joseph Minard, pionero en la utilización de gráficos informativos. Todos ellos me han mantenido ocupado intentando destilar el aroma de un tiempo construido con las manos. Como el mapa de Fontán.
Los dibujos de los científicos tienen como finalidad la divulgación de sus hallazgos. Han de ser claros y concisos. El ornamento no es imprescindible. Sin embargo la belleza, que no está necesariamente invitada, se cuela de rondón. En las ilustraciones botánicas de Ramón de la Sagra (1798-1871) los elementos están primorosamente dispuestos en la lámina atendiendo a una precisa composición. Las gamas cromáticas de las cartas estadísticas de Charles Joseph Minard (1781-1870) están tan cuidadas como los estudios de color de Joseph Albers. Las imágenes se engarzan unas con otras con naturalidad y las soluciones plásticas que ilustran investigaciones muy diferentes comparten una cierta identidad visual. Una manera de hacer. Una ilustración del Atlas Carcelario es como una litografía botánica de Martius y ésta se asemeja a las raíces pictográficas de un gráfico de Minard.
Mi trabajo se centra en la extracción de los valores pictóricos de todos esos trabajos. No necesito contar las mismas cosas que ellos contaban ni desentrañar su código. Ni siquiera entenderlo. Pretendo recoger el gran caudal plástico que debemos a la intuición artística de unos personajes que estaban ciertamente más interesados en explicarnos el mundo. La inocencia y la fe en la intuición suelen producir cosas hermosas.
Hoy nos gusta creer que el mundo está sobradamente explicado. Y ya no hay nada que esté a salvo del implacable manoseo de la tecnología. Bueno, quizás la pintura.
Vítor Mejuto
Texto e imágenes cortesía de Trinta Arte Contemporánea.
arte contemporáneo
arte contemporáneo
arterritory.net
arterritory.net