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Venancio Sánchez Marín (1921-1995) y la crítica de arte.

Catálogos de exposiciones

Fraile. Martín-Caro. Medina. Vento.

 

New spanish spatialism.

 

Galery Bique. Castellana, 64.

Madrid, 1964.

Venancio Sánchez Marín.

¿Se puede entender el alcance y significado de lo que estamos llamando “nueva figuración”, si no se considera esta reciente tendencia como algo que ha sucedido en el arte después del informalismo?

 

La pregunta adquiere toda su importancia cuando se pretende realizar la estimación crítica del grupo de pintores integrado por Fraile, Martín-Caro, Medina y Vento. Este grupo de artistas –con algunos otros nombres igualmente conocidos- son actualmente los más caracterizados en España de la nueva tendencia.

 

Sin embargo, la estimación de su arte no es acontecimiento inmediato en el ámbito de la pintura actual española. Todos ellos ya han realizado diversas muestras individuales, tanto en España como en otros países, y vienen participando asiduamente en las más importantes exposiciones colectivas efectuadas en los últimos años.

No cabe aquí, por tanto, hablar ante sus obras de descubrimiento. El dominio pictórico acreditado por los componentes de este conjunto de artistas es producto manifiesto de un relativamente largo ejercicio profesional, pese a la también relativa juventud de todos ellos. La índole y categoría de los premios y recompensas que han obtenido indican hasta qué punto su obra ya ha sido considerada ente nosotros. Así puede decirse que las características diferenciales del arte de cada uno son bien conocidas y que sus nombres se destacan entre los más distinguidos de la joven pintura española.

 

No obstante, un signo distintivo, común a todos estos artistas, les está destacando ahora de manera diferente en el panorama pictórico español. Y esta distinción sí es un suceso reciente y sí supone una nueva apreciación de su arte. Una misma actitud de fondo les ha unido ante el impasse producido por el agotamiento del informalismo y ante la necesidad de evolución del arte, a pesar de las diferencias peculiares derivadas de la acentuada personalidad que individualmente poseen.

 

Denunciado desde todas partes como un hecho evidente, el “cansancio del informalismo” –la tendencia expresiva que hasta hace muy poco tiempo ocupaba la línea más avanzada de la pintura española- les ha correspondido a estos pintores impulsar el arte hacia otra posible aventura estética, que despertado en torno a las últimas manifestaciones de su quehacer plástico las mayores esperanzas de evolución conceptual del vanguardismo.

Fraile.

Martín-Caro.

Parece evidente que, superado el momento de auge de la tendencia informalista, el arte, o encontraba una salida distinta que le librara de reiteraciones epigonales, o resultaría irremediablemente condenado a alimentarse de soluciones configuradoras de un proceso académico. Desde luego, el informalismo ha pasado su momento de espléndido desarrollo. Los artistas que han laborado dentro de esta tendencia han sido quizá los que más lejos han llegado en la consideración internacional del arte español de los últimos años. Sus sonados triunfos en bienales y exposiciones extranjeras ha arrastrado hacia las formulaciones de la “informa” a muchos continuadores, de menor fibra y nervio expresivo, que han encontrado, en la reiteración de los hallazgos plásticos derivados del dominio de la materia o de la liberación dinámica de las manchas, la oportunidad –ciertamente atractiva- de salir del inveterado expresionismo doméstico, de índole figurativa, para incorporar sus creaciones al signo universalista de los tiempos. Pero la legitimidad de su intención ha quedado, no obstante, desvirtuada por el propio agotamiento del ciclo de vigencia tendencioso.

 

Así el informalismo –al complacerse en sus puros hallazgos estéticos- se ha mostrado incapaz de establecer aperturas continuadoras, vinculadas con las realidades vitales de orden ético a las que la pintura española no ha renunciado nunca. Encerrado en una actitud meramente esteticista, ha podido dar ciertos testimonios de expresiones íntimas, cargadas de respuestas individuales ante la realidad y ante los imperativos temporales, pero no ha acertado a configurar un sistema de amplia comunicabilidad social que sustituyera a la representación como vehículo de realidades comunes e identificables. El informalismo, liberando la expresividad hasta extremos casi inconcebibles, ha dado la sincera respuesta del individuo, del artista, ante la sociedad, mas no ha producido un documento trascendente y asequible a todos que nos permita identificar con claridad cómo es esta sociedad, cuál es la fisonomía colectiva de nuestro tiempo.

 

Mientras las formulaciones pictóricas de esta tendencia han sido sostenidas por artistas de fuerte personalidad, actuando en una vanguardia artística combatiente y combatida, el informalismo ha aportado sorprendentes realidades. Ha ampliado, a través de un nuevo sentido de la plasticidad pura y sin apoyaturas representativas o formalistas, la visión convencional del mundo. Ha sido al redondear su triunfo, al habilitar un lenguaje universal compartido masivamente, cuando hemos reparado que esa ampliación de la visión abstracta del mundo era al mismo tiempo una tremenda autolimitación.

 

Nos ha dado, pues, el informalismo respuestas de una humanización pasmosa a través de la pura expresividad del gesto, de la acción, de la huella del artista en la materia plástica sustantivada, del color liberado de su sometimiento a las formas representativas, pero lo ha hecho a costa de soslayar los motivos concretos suscitadores de esa humana respuesta, ofreciéndose sólo como un documento difuso y confuso de los acontecimientos históricos modeladores de nuestra sociedad y nuestra época.

 

Creemos que en el fondo de lo que estamos llamando “nueva figuración” –y que no es otra cosa que las formas más recientes adoptadas por el expresionismo- existe la necesidad de concretar el entorno social del hombre, de configurarlo de alguna manera, sin renunciar a los hallazgos plásticos aportados por el informalismo. Y creemos que este entorno social comienza en la propia figura humana y en el concepto expresionista del lugar que ocupa en el espacio.

 

Ya es sintomático que en este grupo de artistas, tan representativo de la nueva actitud tendenciosa que busca la salida del babélico torreón en que ha quedado prisionero el individualismo informalista, exista una preocupación espacial simultánea a una preocupación figurativa, ambas concebidas, claro está, no como un retorno a la manera tradicional de emplazar las figuraciones con arreglo a las leyes de la perspectiva visual, sino mediante la expresión plástica de un espacio vital en que las figuras confirmen su existencia, emerjan o surjan ocupándolo. Así puede decirse que el signo nuevo de preocupación figurativa de estos artistas se manifiesta en la ocupación espacial de la figura.

Vento.

Medina.

La “nueva figuración” –término con el que provisionalmente pactamos en razón a su difusión, pero sin que nos convenza su propiedad- es considerada, desde cierto punto de vista –punto de vista singularmente importante para determinar su significado respecto a los antecedentes informalistas que gravitan sobre ella y que, a nuestro juicio, la involucran en una especia de supuesta indiferencia o neutralidad entre la abstracción y la representación-, la única tendencia que, hasta ahora, ha hecho de la figura un “ismo”. Debemos tan inteligente observación a Víctor Manuel Nieto Alcaide, quien, consecuente con ella, propone que se rechace el nombre de “nueva figuración” para sustituirlo por el más lógico de “figurativismo”. Dice este agudo crítico: “Nueva Figuración ha sido una salida hacia un arte con problemática frente a un academicismo de soluciones. Son muchos los artistas que se han pasado a este campo de la expresión. Es también la tendencia en la que los artistas manifiestan consciente intención de hacer figuración o una manera nueva de la figuración La representación no ha sido entendida como objeto de una tendencia hasta el momento presente. Las variantes han procedido del registro desde el que ha operado el artista. Por esto, el nombre tan poco afortunado de Nueva Figuración podría ser sustituido por el de Figurativismo, debido a que es la tendencia que hace de la representación un ismo a seguir.”

 

Realmente, tras la palabra “figura” entendemos siempre alguna forma de representación de la imagen del mundo. Incluso las figuras geométricas son abstracciones de esas imágenes, habilitadas por la razón para simplificar sus especulaciones, pero originadas por una realidad sensible.

 

Sobre la “nueva figuración” se han acumulado numerosas explicaciones e interpretaciones, todas ellas confusas. Es confuso suponerla instalada en una zona ambigua entre la abstracción y la representación. Y es igualmente confuso entenderla como un informalismo que discurre sobre el cañamazo de imágenes representativas, como ha afirmado un teórico.

 

A esta confusión –natural si se tiene en cuenta que su reciente aparición no ha dado tiempo a realizar el análisis crítico que clarifique convincentemente los propósitos y los logros diferenciales del neofigurativismo –se añade la propia contradicción que la tendencia mantiene en su seno. La contradicción fundamental de esta tendencia, que al proponerse un arte figurativo se propone, a fin de cuentas, un arte representativo, consiste en que su morfología es consecuencia de las experiencias plásticas llevadas a cabo por el informalismo, como suceso artístico que ha ocurrido después de la vigencia del mismo. El informalismo rechaza toda alusión representativa por haber creado unas formulaciones que no transfieren su expresividad con apoyatura de alusiones, sino por su propio contenido. La materia plástica informalista no tiene valor por  lo que representa, sino por lo que es. E igualmente sucede con su signografía o con sus modulaciones de mancha y empaste.

 

Hasta tal punto se ha observado que la “nueva figuración” deriva plásticamente de las experiencias de la “informa” que se ha dicho, no sin cierta propiedad, que el neofigurativismo no es otra cosa que un “informalismo con narrativa”. Esto es verdad, aunque sólo a medias. Existe en la actitud tendenciosa de los artistas que están configurando las nuevas formulaciones figurativas –concretamente los integrantes de este grupo- el propósito de revelar ciertas imágenes relacionadas con la realidad evidente o visible que sirvan de apoyatura a la trascendencia de su arte, a su comunicación. Pero no es “narrar” lo que pretenden, sino argumentar, es decir, argüir. No es argumento lo que hay en sus obras, sino argumentos. Argumentos de índole formalista –una específica reconstrucción de la forma que puede derivar hacia un claro constructivismo, hacia un “concretismo” de la figura y del lugar vital que ésta ocupa, replanteando la analítica espacial en nuevos términos, sin base ya en la perspectiva tradicional ni en la geometría– o argumentos de contenido expresionista, de orden polémico, encaminados a realizar la descripción –descripción traspasada de los modernos conceptos existenciales y de los actuales idearios- no sólo del individuo, sino también, y principalmente, de su relación con los demás.

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